martes, agosto 09, 2011

Los huaraches mágicos de David

El día siguiente de la carrera me fuí a ver el medio maratón. Cuando llegué a la plaza estaban llegando los corredores. Vi cuando llegó la Coach Lili Figueroa y varios de sus pupilos a la meta. Nos saludamos y estuvimos platicando un rato. Se portaron muy amables todos.

Llegó el momento que me tuve que ir para ver un doctor. Estaba casi seguro que me iba a enfermar del estómago por haber tomado agua del Río Verde. En el Seguro Social me recibieron muy amablemente y el doctor, que era muy joven me regañó por haber tomado agua del río. Me dió risa.

Me mando dos antibióticos y un anti inflamatorio. La verdad no me dolían las piernas pero yo creo así lo asumió.

Al salir de ahi estuvimos buscando un Taxi para que mi esposa visitara el mirador y conociera el cañón desde arriba. Yo lo conocía desde el mirador porque cuando pasé por ahí ya era de noche.

Encontramos un taxi y para variar se quizo ver muy encajoso. Pero de plano no lo disimuló. Nos pedía $650 pesos. Lo mande por una hamburguesa.

Todo estaba muerto, era Domingo. Llegamos nuevamente hasta la plaza pensando que iba a haber mas Taxis pero nada. Nos ibamos a regresar desanimados a la Posada de Doña Lucha y vimos un Taxi estacionado. Estaba vacío pero enfrente estaba abierto un portón como de un lugar en donde arreglaban autos. Le pregunté a dos chicos que estaban ahi. Uno de ellos se ofreció a llevarme a la casa del Taxista. Tocamos la puerta y aceptó llevarnos por $350 del aguila. ¡Listo!

Mi esposa se impresionó con el cañón y yo mas. De todo únicamente reconocí el puente colgante que pase de noche. Es una inmensidad que de plano no se ve por dónde andabamos el día anterior. Le doy gracias a Dios que mi esposa no conoció el cañón sino hasta un día después porque de verdad se hubiera desesperado mucho. El campo visual no alcanza a abarcar toda esa inmensidad.

El Taxista nos espero un rato en lo que tomabamos fotos y nos regresó al pueblo. Mi esposa le pidió que nos dejara en la catedral para pasar a dar gracias. Así lo hicimos.

Al salir de la catedral ya teniamos mucha hambre. Ibamos caminando rumbo a la plaza para ver que ibamos a comer cuando de pronto se encontró un teléfono público. Me pidió esperarla para hablarle a sus papás. Enfrente estaba un Rarámuri con unos niños sentado afuera de una comercio que estaba cerrado. Lo reconocí porque había sido uno de los corredores con los que me había retratado el día que recogimos los números.


Tenía muchas ganas de mandarme hacer unos huaraches como los de ellos así que me crucé la calle para preguntarle en dónde los podría comprar.

Platicamos un buen rato, le comenté que había llegado en último lugar y se río. Me contó de cuando se iba con "la bola" a correr entre los cañones distancias mas largas que 100KM. Le pregunté que comía antes de la carrera, - ahi cualquier cosa, frijoles y tortillas -. Se portó muy amable. Tal vez le caí bien.

Finalmente le pregunté en dónde me podría comprar unos huaraches como los de él. Me dijo que él los hacía. Le pregunté si me podía hacer unos pero me dijo que no, porque no tenía el "este", señalandome a la suela de llanta.

Tal vez puse mi cara triste porque me dijo, "te vendo estos". "¿Y tú, con qué te vas a ir?", respondí. "Traigo otros con los que corro" me dijo señalando su morralito.

Se quitó uno para que me lo probara, pero estoy un poco mas patón. Total le dije que sí y me los enseñó a poner.


Me causó admiración que como cualquier corredor, traía sus huaraches de competencia. Eran iguales pero mas gastados de la suela lo que los hacía flexibles. Por supuesto que le pagué mucho mas de lo que me había pedido. Luego me enteré por Doña Lucha que lo que me pidió originalmente es únicamente lo que le cuestan a él las cuerdas de cuero pero lo que prácticamente me los había regalado. Eso me conmovió aún mas.

David y sus huaraches mágicos de competencia

En ese momento llegó para recogerlos otro Rarámuri, Don Clemente Cruz. El había corrido 100KM. Me enteré que después de la carrera nadie les da de comer. Se deben rascar con sus propias uñas. El municipio no les presta ninguna ayuda después de la carrera. En la medida de mis posibilidades pude ayudarlo y lo agradeció. Nos hicimos muy buenos amigos y espero el próximo año poderlos ver. Son personas muy sencillas y admirables. Don Clemente es el líder de una de las comunidades Rarámuris. Corto de palabra pero grande de espíritu. Que Dios los bendiga.

Los huaraches que me regaló David los voy a guardar como uno de mis mas grandes tesoros.

La Marmota

Mis amigos Rarámuris

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me conmovió y me gustó la historia de los "huaraches mágicos".

Saludos.